Me encanta mi fisio. Está al lado de casa, y es un tío con el que da gusto hablar. Nos pasamos la hora - él trabajando, yo con la espalda molida - charlando de viajes y de sueños, de trabajo, de nuestra familia... como si nos conociéramos de toda la vida. A mi, que me cuesta un montón conectar con la gente, me deja encantada, en cuerpo y en mente. Siempre salgo de allí con una sonrisa.
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